Hoy comí chocolate. Del bueno. Amargo, intenso. Me gusta que se derrita lento en la boca.
Y mientras lo saboreaba, pensé: esto es placer. No felicidad.
Nos pasa seguido. Confundimos una cosa con la otra.
Comemos por ansiedad y decimos que nos hace felices. Compramos algo nuevo y sentimos ese subidón. Nos dan likes y creemos que eso significa que valemos.
Pero eso no es felicidad.
Es dopamina. Es un chute. Es una ráfaga.
La felicidad no sube como un pico. La felicidad no acelera.
La felicidad es otra cosa.
Es una conversación larga sin mirar el reloj. Es la calma después del caos. Es cuando das, no cuando tomas.
Lo decía un neuroendocrinólogo:
Placer es corto. Felicidad es larga.
Placer es individual. Felicidad es en grupo.
Placer es tomar. Felicidad es dar.
Placer es dopamina. Felicidad es serotonina.
Y aquí viene la trampa. Cada vez que persigues más placer… estás saboteando tu felicidad.
Porque el exceso de dopamina apaga tus receptores. Necesitas más para sentir lo mismo. Y más. Y más. Hasta que no sientes nada.
Eso se llama tolerancia. Y cuando ya no puedes dejarlo, aunque no te dé nada… eso se llama adicción.
Nos tienen ahí. Las redes. La comida. El consumo. Nos prometen felicidad, y solo venden placer.
No es lo mismo.
Y si no te das cuenta, acabas vacío. Con mil estímulos, pero sin paz.
¿La solución? Buscar más momentos de serotonina. Conectar. Caminar. Crear sin esperar aplausos. Ser parte de algo.
Como lo que intento con Saturno: Lights & Shadows. No es solo un libro de ilustraciones. Es mi forma de compartir todo lo que no cabe en un post. Mi caos, mis ideas, mis búsquedas. Lo encuentras en mi web. Si quieres serotonina visual, ahí hay.
Y tú… ¿cuánto de lo que haces es por placer, y cuánto por verdadera felicidad?