Últimamente tengo pensamientos recurrentes sobre el desarrollo y proceso artístico que sufre uno, aquí quien os habla. En algunos momentos puntuales a lo largo de la vida, las inclemencias y tempestades que mueven a menudo mi paz para poder crear, lo vital para sostener el rumbo hacia donde tengo encarado (y valga mi atrevimiento) mi futuro, o lo que quede de él —Dios quiera que mucho—. Son esos momentos puntuales donde me atrevería a soltarlo al mundo, expresar cómo me siento y, a su vez, de una manera indirecta, como golpea y araña la rama en el cristal de la ventana movida por el viento, buscar ese “consuelo”. Porque, solo a modo recordatorio, somos seres humanos, vivimos experiencias, sufrimos, reímos, lloramos… acumulamos más o menos peso sobre nuestros pechos, esa presión que determinados individuos almacenan más de la cuenta, que fruto del estrés acumulado y la presión de los acontecimientos hostiles más o menos repetidos, hacen que actúen de una manera más inclinada hacia lo misericordioso de lo que otro con una vida más acomodada no lo estaría.
Porque sí, amigos míos, el ser humano en ocasiones —y más cuando la presión aprieta— busca consuelo, busca ser aceptado y recordarle que, a pesar de cómo están las cosas, todo está bien. Una cosa sí aprendí muy bien en esta vida, y es que, personalmente, y a pesar de lo que dicen los que abanderan lo de “solo vienes y solo te vas” (que razón no les quito), somos imperfectos. Y dentro de esa imperfección se encuentra la necesidad de sentir la aceptación de quienes más nos quieren o a quienes nosotros mismos les dimos la potestad de considerarlos algo más que simples colegas; ya sabes, esa familia que uno elige y que tanto cuesta mantener.
Así que aquí estaría el dilema personal: son las ganas de gritar al mundo cómo me siento y, a su vez, como el que juega a pasarse la pelota de la vergüenza y el miedo al “qué dirán”. Porque recordad, somos imperfectos, sí, pero a su vez esa imperfección nos da la oportunidad de mirar más allá, más adentro, y descubrir que, al final del día, lo que prevalece es entender que cada cabeza es un mundo: sus juicios, sus creencias, su forma de ver al otro… o quizás una simple excusa que me sirva para acogerme en caso de que me arrepienta, en cierto modo, de haber escrito esto.
ChatGPT está muy bien para corregir, pero prefiero escribir yo cada una de las palabras. ¿Ordenadas? Me la pela.
Bueno, pues eso. Es domingo por la noche, mañana es lunes —creo— y nada más que añadir por el momento.